
El texto comienza hablando sobre el agua y los remolinos que se crean en ella.
El agua de los ríos crea meandros por la acción de la gravedad y los movimientos que hace dentro de esta corriente. Crea un movimiento transversal a la corriente, lo que provoca espirales, cosa que se puede observar en las mangueras enchufadas a un grifo de agua, cuando sale el agua la manguera tiende a girar.


Este mismo principio lo aplica a los tejidos que configuran el cuerpo humano y que también tienen la misma imagen que el movimiento del agua.

A continuación habla de las cortinas como forma de delimitar espacios y que se introducen poco a poco en la cultura japonesa como elementos arquitectónicos como el "shoji" o el "fusuma".
Concluye diciendo que la arquitectura no puede subsistir si aunque intentemos imitar a la naturaleza no se acompaña de una acción inversa que la fije y aísle.
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